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domingo, 21 de julio de 2013

Dead hearts

Rozó su barba con las puntas de los dedos y todo su cuerpo se estremeció. El ritmo de la sangre se aceleró  y un escalofrío recorrió su espalda. No supo bien si fue a causa del frío o si fue su mirada que la descolocó de esa manera.
Quizás la impaciencia de ser paciente podría jugarle una mala pasada, pero necesitaba tiempo. Tiempo para asegurarse de que aquello no era un invento, de que lo que tocaba y besaba no era un espejismo. Necesitaba tiempo para asegurar su presencia, el estar de sus labios en el cuello de ella.
Teniéndole en frente, abrazada a todos sus músculos, se sentía bien. Protegida y a salvo. Rodeada por sus brazos, en un océano infinito, apoyó la cabeza en su hombro. Y él le susurró  al oído:

-Vengo a deshelarte mi amor.






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